A menudo me ocurre que veo a la gente escribir de gustos, aficiones o costumbres que supuestamente tiene “todo el mundo” y no me siento para nada identificada. Y no solo yo, en general siento que casi nadie de mi círculo cercano encaja con lo que se supone que es “promedio” o que hace (citando a nuestro presidente) “la inmensa mayoría de los chilenos”. Y no me vengan con cuestiones socioeconómicas, que muchas de estas cosas compartidas por “la mayoría” incluyen a gente de un estrato alto, como me ha tocado observar. Entonces, me encuentro a mí misma sintiéndome algo alienígena y preguntándome “¿Seré yo, Señor?”.(No les voy a comentar que escucho una voz en mi cabeza que me responde “SIIIII”, porque ahí definitivamente me tildan de esquizofrénica... ... oh wait!)
El otro día veía a un tipo en mi Timeline de Twitter quejándose de que “típico que a las minas ahora les gustan los tipos estilo wachiturros”. Yo no pude evitar preguntarle horrorizada que qué minas son ésas, porque yo no conozco a ninguna. La mayoría de mis amigas detesta el reggaetón, se sentiría humillada de ser vista con un reggaetonero, y esto se extiende también para esta nueva moda wachiturra, que parece ser, y perdonen la expresión, la misma mierda con distintas moscas. Luego veo también a gente comparando el comportamiento de personas que están en un reality show con el del común de la gente. Entonces me pregunto, ¿en qué momento perdimos los referentes? ¿O es que nunca los tuvimos, éstos siempre han sido aquellos en los que la mayoría de las personas se basan y yo simplemente no me había dado cuenta?
Pero va más allá de eso, de las “modas”, de los wachiturros, el reality show de turno o un montón de cosas a las que yo me refiero con suerte para echar la talla y un lote de gente se toma en serio. Va desde que se supone que a las minas les gusta la música romántica en español (a mí me carga, la encuentro latera y cebollenta a más no poder y Arjona se merece todas las penas del infierno por yeta, cliché, golpeador de mujeres, y que todas sus canciones sean iguales), que todas somos unas indecisas que no sabemos lo que queremos (gracias, Pilar Sordo, por eso), que todas rayamos el tubérculo con matrimonio y bebés, etc. Y para los hombres va lo mismo, todos le tienen miedo al compromiso, ven fútbol todo el tiempo y son prácticamente unos trogloditas que con suerte se bañan, son simples hasta decir basta y date con una piedra en el pecho si son capaces de articular más de dos oraciones seguidas y además no te gorrean.
No me malentiendan, yo también me río con uno que otro chiste basado en generalizaciones (sin ir más lejos con el comercial de Quilmes casi me hago pipí de la risa), y seguro que encajo con mil cosas con las que se suele generalizar a las minas (me encanta la ropa y los zapatos, solo por decir una), pero muchas veces me dan ganas de salir a defender a las mujeres, a los hombres, o a los jóvenes o al grupo que sea con el que se está generalizando porque simplemente eso no es lo que veo yo en mi día a día, con la gente con la que me rodeo, comparto y con la que me gusta relacionarme.
Mis amigos muchas veces se juntan a jugar rol en vez de ver fútbol y son seres complejos y cultos, nada que ver con las caricaturas del hombre troglodita. Tengo ex compañeros de trabajo o de U que están lanzando sus libros en vez de casándose y teniendo guagua, a mis amigas les gusta el rock, más de alguna no tiene idea de realities ni farándula en general y muchas cuando leemos ciertos blogs o revistas femeninas nos quedamos marcando ocupando con los temas expuestos en ellos. Pero luego lo pienso, y me doy cuenta que la defensa del grupo de turno que está siendo criticado o generalizado no vale la pena. Yo puedo conocer a toda esta gente interesante que es harto más que una caricatura de su género, grupo etáreo, preferencia sexual, etc. pero las caricaturas se basan en la gran mayoría de la gente, en el promedio. Y quizás no somos parte de ese promedio, las campañas publicitarias no están pensada para nosotros, ni tampoco los medios más tradicionales con sus tendencias y temáticas que se supone que representan a todos.
Sin embargo, esto me reafirma algo que siento cada día más cierto: “Dime con quien andas y te diré quien eres”. Cada uno elige de quién rodearse. Cada uno ve qué le gusta. Si usted, dama, se queja constantemente del macho poco comprensivo y troglodita, quizás a usted le gustan los hombres así, y está bien que lo reconozca, no tiene nada malo, es solo su preferencia personal. Lo mismo va para los hombres a los que les gustan las minas histéricas. Pero porfa, no nos meta a tod@s en el mismo saco y sea consciente de que si algún día quiere buscar algo distinto, podría encontrarlo. Pero ojo, que en volada lo encuentra y no le gusta. Y ahí el drama es otro.
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