jueves, 23 de junio de 2016

Esqueletos de Hojas (relato)

Esqueletos de hojas


Por Natalia Pumarino Vivanco


Las hojas se incendiaban de colores justo antes de languidecer y caer. Como si ese fuego que aparecía en sus cuerpos otoñales fuese la última chispa que habrían de soltar, como si se decidieran a mostrar lo más íntimo de su alma unos días antes de abandonar su sitio en la cima de los árboles, ahí cerca del sol. Se preguntaba si las almas se incendiarían igual justo antes de morir y de qué colores fueron alguna vez las hojas cuyos esqueletos perfectos conservó en los libros de su niñez, tras recogerlas de un bosque en Villarrica.


Le costaba ver esa última señal de vida, esa chispa en sus antepasados. Parecía que todo en ellas se apagaba, y que lentamente languidecía y que pronto estaría sola, la última mujer en pie de ese matriarcado disfuncional del cual por tantos años fue parte. Pero sabía que por siempre las llevaría en su piel, que mientras la sangre continuara corriendo por sus venas, ellas estarían ahí, su madre y su abuela, que sus arrugas y sus canas pronto serían las de ella, que sus sueños destrozados y sus delirios pronto estarían en su propia mente y que los gritos de su alma y sus ansias de vivir pronto se silenciarían y se quedaría encerrada en una cárcel de cristal al igual que ellas.


Ah, la dificultad de querer cambiar la historia, romper con los patrones, hacer o ser algo distinto. Tenía un sueño recurrente, en él cambiaba las cosas, pero no para sí misma, sino para esas mujeres que la precedían. Las hacía despertar, las sacaba de su sopor, las ayudaba a volver a la realidad. Y las cosas volvían a ser como en los mejores días de su niñez y ella podía respirar tranquila porque sabía que todo estaría bien, que habría vida nuevamente antes de que llegara la muerte y las ausencias definitivas.


Era más fácil habitar el mundo del sueño, sin duda. No sólo de ese sueño, no sólo de sus escapes oníricos, sino del ensueño también, cerrar los ojos y echar a volar su imaginación y crear realidades distintas, fantásticas, emocionantes, en las que finalmente todo se arreglaba de una manera heroica, o patética quizás –tan delgada podía ser la línea entre ambas-, pero lo importante era que se arreglaba, que las dificultades se sorteaban, los malos siempre eran derrotados. Con todo el amor que tuvo en su adolescencia por las tragedias, enamorada de un Hamlet o un Fantasma de la Ópera, no podía evitar añorar en su día a día adulto las historias con finales felices que sabía irreales.


Se preguntaba ahora cuánto se demoraría su propia felicidad en desvanecer y si ya habría comenzado el proceso, y ella simplemente lo estaba pasando por alto. Si lo bueno ya se escurría entre sus manos como el agua que fluye eternamente, que no puede ser detenida, son sólo estanques, estanques de felicidad que acabarán por evaporarse algún día, de la misma forma que el sufrimiento, de la misma forma que el dolor. Que el “esto también pasará” podía aplicarse a lo bueno y a lo malo, que algún día todo pasaría y sólo quedaría un vago recuerdo de los patrones del ayer, de las repeticiones, las plegarias, de los fantasmas tanto reales como imaginarios.

 .                                                                          ...


Ella, la primera de las tres, fue bella, así lo revelaban sus antiguos retratos en blanco y negro, que ahora juntan polvo en alguna habitación olvidada por el tiempo. Fue probablemente la más bella de las tres, y también a la que menos satisfacciones le entregó la vida. No estudió, dependió siempre de otros, las labores del hogar se convirtieron en lo que daba sentido a su existir. Se fue amargando, la miel de sus entrañas se fue agotando, intentó aferrarse a su belleza de antaño pero no podía evitar que el paso de los años se la arrebatara, y jamás aprendió a ver belleza en otras cosas que fueran más allá de los muros físicos del día a día. No aprendió a amar sus arrugas ni a ver los dolores de su cuerpo como señales de experiencia, como pruebas de que había vivido. Aun siendo una octogenaria, insistía en sus cremas nocturnas, en luchar contra los avances de la vejez, y las frustraciones que eso le provocaba las reflejaba en otras mujeres, siempre buscando defectos ajenos, incapaz de decir un cumplido sin que éste fuera de la mano de una viciosa crítica, siempre debiendo recordar a otros de su propia miseria, hacerlos vivirla vicariamente, despiadadamente, para ocultar su propio dolor, su propia agonía, su propia frustración de no haber tomado más de la vida, de no haberle arrebatado alguna satisfacción que fuera propia y no por el resto, de no haber nunca logrado ser más que hija, esposa, madre, abuela, de nunca haber sido sólo ella, de no sentir que tenía mérito alguno más que su belleza y su capacidad de ser una buena ama de casa, una buena anfitriona, una sonrisa cínica mientras lavaba, cocinaba y planchaba. Y cuando la osteoporosis le impidió seguir con las labores domésticas, cuando la belleza se le escapó entre sus reumáticos y adoloridos dedos, sólo quedaron la amargura, el dolor y las cremas nocturnas.


La segunda no fue la más bella, pero sí la más inteligente. Una luz brillante para su generación. Lectora de filosofía, psicoanálisis y literatura clásica. Amante de los clásicos del cine, del ballet, admiradora de las artes plásticas y la poesía. Pero debía cargar con toda la frustración y el dolor de su madre, la primera mujer, quien proyectó en ella todos sus sueños rotos, quien jamás fue capaz de decirle un cumplido sin que éste fuera acompañado de una despiadada palabra, una puñalada solapada. Creció insegura, temerosa del mundo, todos los miedos de su madre latían y palpitaban en ella. Amó al hombre equivocado y pasó años esperando a que el equivocado se volviera el correcto, sometida por esto a ninguneos y miradas malintencionadas de quienes la rodeaban, que sólo acrecentaron sus inseguridades y su miedo al mundo. Finalmente se encerró en su propia mente, en su intelecto, construyó una prisión invisible de la que no pudo salir, soportada por todos esos miedos e inseguridades que hacen ver en todos los rostros a enemigos. A todos, menos a una, a la tercera, su hija y la luz de sus ojos, el único logro en su vida que supera todos sus logros intelectuales, la única capaz de penetrar la prisión de cristal que construyó a su alrededor, la única con una llave para entrar y salir, pero jamás romperla, jamás liberarla, jamás llevarla de vuelta al mundo de los vivos, a la realidad.



¿Y qué es aquello que llamamos realidad? ¿Qué? ¿Qué son nuestros recuerdos sino vagas desfiguraciones de lo que alguna vez sucedió, un engaño de nuestra mente para hacernos creer que todo fue mejor, o todo peor, dependiendo de la circunstancia actual? Los recuerdos, el pasado, son algo que ya no existe, es lo único que sabe. Tras ver languidecer a su abuela y a su madre, una encerrada en sus frustraciones, y la otra en sus temerosos delirios, no puede sino cuestionar su propia realidad, su propia felicidad, su propio presente. Pensar en los esqueletos de hojas que recogía en ese bosque de Villarrica en su niñez, y saber que lo que la hoja fue, hace tiempo se perdió y que especular sobre ella puede ser un hermoso ejercicio poético, pero tan fútil como los sueños en los que libera a sus antecesoras, las dos primeras mujeres, de sus torturas del día a día. Porque son autoimpuestas, todo es autoimpuesto, y sabiendo de eso tiembla de miedo, de ser ella también una profecía autocumplida, de que los patrones sean más fuertes que ella y siente pánico de encerrarse a sí misma también en una prisión, probablemente la de su tan amado ensueño, ¿porque qué sería más patético, preciso y poético para ella? Abandonar el mundo de los vivos como su madre, pero en vez de cambiarlo por delirios de persecución y tortura de seres externos, hacerlo por ensoñaciones e historias con finales felices. Y por eso escribe, escribe desesperadamente, escribe como si la vida se le fuera a ir en ello, porque si pone sus sueños en papel, quizás pueda exorcizarse, sacarlos de su interior, mandarlos al mundo exterior, entregárselos a alguien más, al universo, a la divinidad, a la sociedad, y quizás, sólo quizás, no esté condenada a construir muros invisibles llenos de esas ensoñaciones, muros de los que no pueda escapar, y quizás no deba repetir el patrón de las otras dos mujeres que vinieron antes que ella. Sólo quizás, sólo tal vez pueda crear algo distinto, su propia realidad, en la que pueda haber un final feliz, y no una condena irremediable a la repetición, a la repetición, a la repetición…

miércoles, 14 de enero de 2015

2015

Sé que el 1 de enero como fecha no tiene poder por sí misma. Somos los seres humanos los que necesitamos símbolos, ritos, y les otorgamos un cierto poder. Esperamos cosas del cambio de año, porque es más fácil hacer cambios en nuestras vidas en una fecha a la que le otorgamos un cierto simbolismo, sea el 1 de enero, un día lunes, el día de nuestro cumpleaños o el primer día de cualquier mes. ¿Y quién soy yo para ir en contra de nuestros símbolos y ritos? Yo también soy humana y también los necesito, mucho más de lo que necesito el festival de cinismo que se desata cada vez que alguien ve a otro poner sus expectativas en algo que no le parece.

“Son fechas arbitrarias”, me decía a mí misma cuando era niña, y aun en ese entonces necesitaba creer que las cosas podían cambiar, mejorar, y tenía expectativas y determinaciones puestas en cada nuevo año. Hubo años en los que las cosas lejos de mejorar, empeoraron. Entonces comencé a ver los nuevos años con recelo, ya nunca sabía si las cosas mejorarían o sólo empeorarían. Aprendí que la vida no deja de sorprenderte, y que las cosas siempre pueden empeorar. Tuve miedo. Todavía tengo miedo. Pero también tengo fe y expectativas. ¿Qué sería de nosotros sin expectativas, sin proyectos, sin ideas, sin metas? Sí, claro, Carpe Diem y todo eso, pero parte importante de disfrutar el momento es también planificar y anticipar. Parte importante de correr esa maratón y disfrutarla es imaginar ese momento en el que cruzarás la meta.

Dicho esto, la pregunta: ¿Qué espero para el 2015? El 2014 fue un buen año para mí. El año en el que me casé, después de 6 años de pololeo. El año en el que viajé sola. El año en el que conocí el burlesque y todo lo que eso ha significado: Aprender a querer y aceptar mi cuerpo (lo que no significa que deje de intentar llevar una vida sana, pero por salud principalmente), entender que necesito la creatividad y las formas de expresión en mi vida y que son algo crucial para mantenerme motivada y sintiendo que hago cosas que amo –y las implicancias que esto ha tenido en mi vida laboral-, conocer a gente maravillosa y positiva, que te motiva, te critica constructivamente y te apoya y te tira para arriba constantemente. Gente que me inspira y me motiva a ser mejor. Sí, ha sido un buen año. Y, repito la pregunta, ¿qué espero del 2015? Varias cosas.

-          Aprender a dejar ir. Me cuesta. Quizás, al vivir ciertas pérdidas, nos aferramos por mucho tiempo a cosas que no tienen sentido, por temor a lo que una nueva pérdida significaría. Pero hay cosas que no hacen bien y que hay que dejar ir. Personas, situaciones, historias.  ¿Cuál es el sentido de aferrarse a ellas? Dejar ir no es olvidar, no es borrar, no es negar lo vivido. Pero es entender que son cosas que no son necesarias y que más que sumar, hoy en día restan. Me hacen sentir mal, mucho más de lo que me hacen sentir bien. Y a veces creo que por breves momentos de supuesto bienestar, acepto situaciones en las que me siento mal el 95% del tiempo. Y no, no está bien y no es normal. Mejor dejar ir.

-       Aprender a aceptar lo que no puedo cambiar. Qué cliché suena así escrito. Como libro de autoayuda o de iluminación pachamamística. Pero pucha, hay que hacerlo. O sea, basta. Significa dejar ir, también. No puedo retroceder el tiempo (no mientras no encuentre un DeLorean), no puedo pasar la vida preguntándome qué pudo haber sido. No puedo vivir enojada porque las cosas no son como me gustaría. No si no puedo cambiarlas. Y no puedo. Conocer a “Los Pumarino” me hace pensar en esto a veces. ¿Pude haber tenido una vida como la de ellos? ¿Una familia “normal” y súper unida? ¿Qué tipo de decisiones habría tomado si mi vida hubiese sido así? ¿Me habría seguido yendo bien en ciencias y habría entrado a una carrera científica si no me hubiese deprimido en tercero medio? ¿Me merecía yo también seguir teniendo vacaciones en Villarrica y tener juegos e historias divertidas familiares? No importa, ya fue. ¿Para qué me hago esto a mí misma? No ayuda a que se mejore mi mamá ni a que se deterioren menos mis abuelos. Y definitivamente no me hace sentir mejor. Sobre nada. Aceptar lo que no puedo cambiar, pero de verdad aceptarlo, sin rabia, sin resentimiento, sin el corazón roto. Aceptarlo y seguir adelante.

-          Vida Sana. Sigue siendo una meta relevante, que el 2014 logré cumplir a ratos. A ratos también dejé que otras emociones me embargaran y me desviaran de esa meta. Vamos de nuevo el 2015. Y a seguir buscando la manera que más me acomode, que sea acorde a las cosas que me gustan (especialmente en materia de actividad física) para que no se convierta en algo tedioso que deseo abandonar con cualquier excusa

-          Creatividad. Necesito mis proyectos. Necesito expresarme. Necesito crear. Me costó entenderlo y no sé si tendré éxito siendo constante con estas cosas. No cuando es mucho más fácil alejar todo lo creativo o lo que te conecte con tus emociones cuando las cosas se ponen difíciles. Pero hacerlo es matar la única certeza que recuerdo que tenía cuando mi mamá se enfermó y no tenía certezas. Que tenía que hacer esto, escribir. Sólo que ahora veo que no necesariamente es escribir, es danzar, actuar, crear, y difundir ese arte. Me doy cuenta de que todo lo que me conecta es increíblemente valioso, especialmente cuando me siento desconectada la mayor parte de mi tiempo consciente. Desconectada con el mundo, con las personas, con muchas situaciones del día a día. Lo que me conecta es a lo que siempre debo volver, porque me recuerda quién soy más allá de la incomodidad del día a día, incomodidad con la que he aprendido a vivir pero de la que es bueno escapar de vez en cuando de una manera sana y útil.

jueves, 14 de agosto de 2014

Coqueteando con el burlesque

A menudo leo descripciones de burlesque que se refieren a su origen en la parodia, la teatralidad y la burla a ciertos temas. Se habla de la antigua Grecia como origen. Otros ven esto como algo muy lejano y que poco tiene que ver con lo que se hace hoy en día, y citan más bien los espectáculos de cabaret y vaudeville más modernos. Sin embargo, como dice Jo Weldon en su libro "The Burlesque Handbook", la mayoría tenemos en nuestra mente una idea o algo que relacionamos con el burlesque antes de saber bien qué es.

Yo tenía una idea cercana al cabaret. Quizás algo cercano al musical/película Chicago. Pero en mi mente esto se mezclaba con imágenes del estilo Moulin Rouge y bailarinas con corsets, ligas y plumas. No tenía muy claro hasta dónde llegaba el desnudo o el tema de mostrar piel. Cuando consideré la idea de tomar clases de burlesque al ver que una amiga también tomaba, la idea de desnudarme -aunque al final igual siempre quedes al menos con calzones y pasties- me incomodó. Pero quería hacerlo y decidí atreverme igual. Quizás sólo podía aprender las coreografías sin sacarme sostenes al final. Hice una mini investigación que me llevó a varias presentaciones y videos en Youtube y vi que el nivel de desnudo variaba según l@s artistas*. Cada un@ ve cuánto quiere mostrar. Esto me pareció bien y algo que hizo más fácil mi decisión de tomar clases.

Tomé clases en Santiago. Mención especial a las dos hermosas profesoras que he tenido, Gabriela Aguilera y Alondra Machuca. Ellas me hicieron sentir muy cómoda con las clases y también sentí gran comodidad con los movimientos desde el primer momento. Claro que llevaba tanto tiempo sin tomar clases de danza de ningún tipo que me encontraba algo oxidada, al principio los movimientos parecía que costaba que salieran, mi propia conciencia sobre mi cuerpo se había debilitado -¡y para qué decir la musculatura! esto me impulsó finalmente a meterme también al gimnasio-. Pero me gustaba lo que estaba haciendo y me sentía contenta haciéndolo, como si mi cuerpo estuviese hecho para el burlesque. Sorprendentemente, la idea del desnudo comenzó a molestarme cada vez menos. Comprendí lo poderoso que puede ser ver a distintas mujeres de diversos contextos/edades/tipos de cuerpo desnudarse. Lo revolucionario que resulta una mujer empoderada -sorry por la palabrita, jaja- de su propio cuerpo y femineidad, que no lo hace por un otro sino por sí misma, que se siente hermosa pese a no caer en ningún canon de lo que hoy en día se considera belleza. Que una mujer muestre su sexualidad sin ser necesariamente joven, ni delgada, ni heterosexual, ni caucásica, y la lista sigue. En un mundo lleno de desnudos sin motivo aparente, en la publicidad, la televisión, el cine y al parecer en todas partes, ver desnudos con motivos. Motivaciones tan diversas como personas hay en el mundo. Motivaciones personales, políticas, artísticas, pero de alguna manera esas motivaciones, esas emociones traspasan el escenario y much@s artistas son capaces de trasmitirlas eficazmente mediante sus actuaciones. Lo que me lleva a una pregunta, ¿cuál es mi motivación?

Mi motivación inicial fue más bien artística. La expresión, claro, y una fascinación estética que siempre he tenido por los corsets, las ligas, los ligueros, los guantes, todo un glamour asociado al burlesque clásico. Tengo varias fascinaciones estéticas y, sin duda, el mundo del cabaret, que era lo que yo imaginaba como burlesque, era una de ellas. También esos movimientos del burlesque clásico, las ondulaciones y sensuales movimientos que muchas veces parecían evocar los movimientos de la danza oriental.

Luego descubrí el neo-burlesque y todo cambió. Vi en el burlesque el potencial de dar un mensaje, la estética me importó menos, las ideas que comenzaron a inundar mi mente no eran necesariamente atractivas desde un punto de vista estético, la narrativa comenzó a tomar fuerza y pude imaginar desde sátiras políticas hasta homenajes o reinterpretaciones de obras que me han marcado. Comencé a entender el burlesque como otra forma de expresar algo, de decir lo que pienso o siento, como una extensión de mi deseo por contar historias, todo tipo de historias.

De cómo terminé tomando clases en la Escuela de Burlesque de Nueva York

Mi fascinación por artistas que hoy en día desarrollan el neo burlesque llegó a su punto cúlmine al ver a algunas de mis ídolas actuar en Nueva York. Las performances de Dirty Martini, Julie Atlas y Bunny Buxom me inspiraron a nuevos niveles. La hermosa Jo Weldon estuvo de presentadora en los shows que fui, me sacó varias risas pero también me hizo pensar sobre las mujeres históricamente condenadas por la sociedad con el show en Coney Island. Tomé una clase con Willy Barrett que jamás olvidaré, ni tampoco a la hermosa persona que él es. Pude presentarme en el show de estudiantes en el Slipper Room pese a haber tomado sólo una clase del curso Flirting with Burlesque con Edie Nightcrawler, otra persona francamente encantadora. 

Me divertí mucho y me quedé con ganas de más, de sacarme más ropa, de actuar más, de absorber más de este maravilloso mundo lleno de plumas y glitter que se abría ante mis ojos. O acaso eran mis ojos los que se abrían a tantas cosas que no había notado antes, frases que repetía en la forma de consejos como clichés vacíos sin nunca encontrarles realmente el sentido. A dejar de querer cambiar mi cuerpo y amar lo que tengo. Entender que la verdadera confianza, el verdadero poder, esa presencia abrumadora que algunas artistas tienen en escena, sólo puede venir de adentro, de algo interno, no de afuera, no de nuestro exterior al cual siempre podemos encontrarle alguna pifia, algo qué cambiar. Que cuando tienes un mensaje poderoso qué entregar, algo potente qué expresar, no es necesario exagerar, todo fluye con naturalidad, todas las piezas del rompecabezas parecen encajar solas. Y hay un montón de cosas externas con las que nos obsesionamos que realmente no importan: ni tu edad, ni los kilos de más, ni si nunca fuiste la más bonita de la cuadra. La belleza que las artistas me transmitieron venía de un lugar más profundo, más interno, más potente. Sé lo horrorosamente cliché que suena todo esto. A mí me habría parecido cantinela repetida de haberlo escuchado hace un año. Pero ver a estas mujeres actuar allá es otra cosa, y te hace ver las cosas de otra manera.

Y para finalizar, me voy con una palabra muy repetida en el show al que fui el domingo, Church of Titillation con Jonny Porkpie y Jo Weldon: HOTDAMN!!!!


*Nota al pie: Habrán notado que intento no restringir el tema a mujeres al escribir este post. Eso es porque también hay hombres que desarrollan el burlesque y no son pocos. Si no me creen busquen "boylesque" o a algún crá consagrado como Tigger!

**Nota al pie 2: ¿Quiere ver burlesque bueno bonito y de calidad en Santiago de Chile? No se pierda los Babababuuuum! en Casadanza, a pasos del metro Ñuble. Son más o menos cada dos meses y en el próximo participará en una coreografía grupal su servidora.

miércoles, 4 de junio de 2014

My tits and I - Traducción del blog de Yael Farache (Acapulco 70)

He traducido un texto del blog de Yael Farache, Acapulco 70, "Mis tetas y yo" para dejarlo disponible a amig@s angloparlantes. El texto original NO ES DE MI AUTORÍA, ésta es sólo mi traducción y, por el momento está incompleta, pronto sigo con la segunda parte. El texto original puede ser encontrado en el siguiente link: http://acapulco70.com/mis-tetas-y-yo/

This is a translation from the original text from Yael Farache’s blog, Acapulco 70, which can be found here http://acapulco70.com/mis-tetas-y-yo/. The original text IS NOT MINE, this is only my translation which, for now, is not complete, I hope to carry on with the second part soon.
There are some expressions that I was unable to translate and were kept how they were originally written, such as "choni". For some others, I tried to stay as true as possible to a translation that wasn’t so literal but reflected what the author meant, yet, I’m sure a native English speaker might do a better job.

My tits and I

Tits are a subject that everyone wants to address, but few people do it from an honest point of view. Magazines give you tips to make the best of them, your friends sit down to appreciate them, the politicians seek to legislate about the tits, social networks directly forbid them, the association against cancer warns you about its risks and surgeons warn you about gravity.

But the tits are part of a person. We learn early on that we have to fear our tits, and no one teaches us to love them. You might think this article is merely an excuse to show mine, but I can assure you once you are done with it you’ll be embarrassed that you thought so.

What does it feel to have tits? It is not a question that we often hear. Having tits is weird. A girl spends the first 12 or 13 years of her life without them. Then, at some point, she gets these two objects in the middle of her chest that redefine the way she relates to the world. You can’t be prepared for such a change.

Some girls develop them too soon, the first ones in their class. Their tits seem to them an advertisement, announcing to the world their condition. Some develop them late. Their friends have tits and they don’t. They are wondering if everything is fine, if they will get them too and how will they be. Some stay waiting their whole lives because they never get them. And all, no matter when it happens, feel anguish.

In front of the mirror, the girl discovers that tits do not have a purpose of their own. The tits are for others. To breastfeed a child in the future. To be desired by a man. The tits are no good if there isn’t someone else. They are a physical expression of their feminine condition. To be for another being. All the injustice of the species is, for her, concentrated in her chest. The uterus is also unfair but hating the menstruation is something socially accepted. You have permission to hate your tits but only as long as you hate their distinctive features, “I hate my tits because they are like this” and as long as you don't hate the concept.

Then, there is the subject of the attraction. The girl who has tits finds out that she’s not indifferent to men. Eyes follow her wherever she goes. Before having tits, the girl has a butt, it is true, but the butt is always leaving, the looks stay behind. The tits are always coming, and finding face to face the look of another person is a new experience. The girls feels protagonist, but doesn’t know how to feel about it. She doesn’t know if she wants the attention she’s creating. She might feel like she doesn’t deserve it, that she hasn’t done anything to get it. The tits grew without her intervention.

Some find themselves powerful. I had a friend in high school that had big tits and knew how to use their power. As a consequence she got the nickname “Chichi” for this song. It doesn’t take much to be the whore of high school. A lot of the girls owe their bad reputation more to the shape of their tits to their experience, their bodies betray them. No one wants to be The Chichi.

After high school the considerations are from a different kind. Depending on the place where you live, tits symbolize different things. For what you see on the news, you might think that in Venezuela is almost mandatory to have a boob job and showing them, but actually that depends on your social circle. In mine, having big tits and using close-fitting clothes is considered low-class. People with money takes good care of avoiding these sort of mistakes, because unlike Europe where the social order in most cases is determined by your race, in Latin America the social order is determined by your economic class.

Some of us suffer because we have them too large, some because they are flat. Some women don’t like the shape of their tits, others, the color. Hair is more common than what people think. Some have weird nipples, reversed, or too big, or protuberant. There’s not a tit prototype that is normal, although we all believe there is. Accepting your own tits is a process that lasts years and, when you finally do it, they start falling.

THE TITS: THE DEBATE

I knew I had big tits, so I made efforts to hide them. I didn’t want to be a “choni”. Besides, I liked fashion with all of its myths. I thought that a part of dressing well was the contempt for what’s sexy. So I spent around 10 years with turtlenecks, short hair and a wrong bra size.

Around two years ago I set free from the turtlenecks, little by little. It’s not that I’m showing my tits on the street, I just replaced jerseys for open neck shirts. It has been a struggle against my own prejudice, but I have succeeded. What is surprising is to see the reactions that people has to my new look. Nothing of what I’ve done in my life has been so polemic. I’ve been accused of all sorts of things. Of showing my tits to gain popularity, of having a boob job, of being misogynistic , even of “selling myself”.

My first “fan”, an Argentine named Serge, followed me since I opened my blog. He wrote me emails. He and his girlfriend had a photography study, or a fashion study, I don’t remember, the thing is that he sent me pictures for my opinion once in a while, and through a year we exchanged emails. Well, me posting this was enough for him to go from admiring me to despise me. He didn’t just leave me a couple of comments on a Facebook group “and that boobshot?”, but he also sent me an email telling me that he and his girlfriend had been wrong about me.

The truth is it was the first time I was on this side of the debate. I don’t blame them, because covered to the neck I felt too a moral superiority. I criticized other people’s cleavages. Once I told a friend she dressed like a “porn secretary”. I thought Kim Kardashian was shameless. Not Paris Hilton. It didn’t have to do with their attitude, but with the size of their tits.

THE EVE PACT

Last summer Israel and I went to Málaga. We were lying down on the beach relaxed when, out of nothing, a topless woman showed up, she put her towel in the sand right in front of us and lyed down or sunbathing. She wasn’t particularly attractive and wasn’t even looking to Israel, but I was outraged.
To give you some context: I am not used to seeing topless women. In America is illegal to sunbath topless except for nudist beaches. Everyone has boob jobs in Venezuela, but no one takes off their bikini tops. So the image was something new to me. On the other hand, accepting my negative feelings was also something new. You are not supposed to be outraged by a topless woman. But I was practicing self-acceptance, and the first part of self-acceptance is to see yourself the way you are.
I was outraged, I got territorial. What I felt was treason. But nothing had happened. Why did I feel betrayed?

I said to Isra: “If she wanted to come to the beach topless, she should have come with her girlfriends. But, coming alone and lying there in front of everyone? You only do that if you’re looking for something”. I tried to explore the idea: what would happen is something had actually happened? Who would I be mad at? Mi answer confused me even more: I would be mad at my boyfriend. Then, where is really the problem? What is the treason she is committing? And, even more important yet: against whom?

Don’t think that I was easily accepting these ideas. I know they are really misogynistic. But the only way to fight them is to allow yourself to feel them, to understand where they come from. After thinking about it for a few hours I found out what I really felt: the act of going topless to the beach is unfair because it tents other men, including my boyfriend. At that point I heard an echo in my head. The idea was familiar, very familiar, in fact. It is a very old idea. It came out of the Bible, of the episode of Adam and Eve.

Eve tempted Adam. Adam is blameless of his sin, because Eve tempted him. Why didn’t Adam resist? Because he couldn’t. Eve is irresistible. Hew power lays there. Tits symbolize feminine sexuality, they are Eve’s brand. Feminine sexuality is the original sin, the woman is the sinner and tits are her weapon. The man defends himself from the power she represents by covering her. He makes her cover the same way Eve covers herself after tasting the forbidden fruit.

THE WOMAN’S PLACE

But the idea that the woman is dangerous isn’t exclusive from the Western society. The Bible didn’t create this idea; it is only a reflection of a feeling that precedes it. To study this sort of things, the place that a concept occupies (the idea of femininity) inside a culture is that linguistics is usually studied.
The words structure our world. Their categories give it order. We group under a same category the objects that we consider similar. The place of a woman is studied under a wider category: the gender. You study, for instance, the type of words that have feminine gender and why they are gathered next to the woman. What does it say about the way a culture sees the woman when she shares gender with certain things instead of others. Why in Spanish house is feminine instead of masculine, for instance.

Not all cultures have feminine and masculine gender in their language, English, for instance, is a more neutral language. In Spanish we have two genders: feminine and masculine. But in Australia there are among indigenous tribes a language called Dyirbal that has 4 different genders: masculine, feminine, vegetables and miscellaneous. Included in the masculine gender are men, fish, snakes, kangaroos and spears. Included in the feminine gender are women, fire and dangerous things (1). Women for them are fiery and dangerous. Someone to be cautious with.

The Dyirbal makes it explicit, but in most cultures women is seen that way: as a dangerous creature, difficult to comprehend and, at the same time, irresistible.

(1)    Women, fire, and dangerous things by George Lankoff

THE WOMAN AS THE OTHER ONE

The woman is also feared because she is “the unknown”. The woman occupies the place of “the other one”. The man feels subject to his own world and puts the woman by his side. She is similar enough to him to be able to reflect himself on her and, at the same time, he also doesn’t know her, she eludes him. She is at the same time known and unknown, the question and the answer and since she’s different from him, she is, for him, his judge. That is why a business man asks about his decisions to the woman. She might have no idea about the subject, but he takes into consideration her opinion because she is the judge of his world.

The man is afraid of the woman’s power and when he covers her, her femininity “disappears”, her otherness, her threat. She accepts to cover herself as long as all the other women cover themselves with her. Since feminine sexuality is irresistible, the woman thinks that nothing can compete against some naked tits. It doesn’t matter how beautiful, smart, sensitive or desirable she considers herself, she thinks that in front of naked tits her attractive is “neutralized”. For this reason she only accepts to cover herself if there aren’t other tits on sight.

The Eve pact is also a pact among women, and betraying it has consequences. Covering tits is a disarmament pact. A lot of countries have nuclear weapons, but there is a tacit agreement, a pact, of not using them. If a country threatens to use its atomic power, the other countries condemn it. And the same happens with tits.

The woman that exhibits herself is breaking that pact. To go out topless is using your atomic bomb when everyone else is putting theirs away. It means violating a pact that men started, but we all perpetuate. The woman takes care that the pact is kept and punishes the one who breaks it with mockery, rejection or ostracism. The man, on the other hand, is eager for the pact to be broken, but when it is done, he brands the offender as a whore.

The woman subdues the offender to mockery to discredit the threat she represents. The man brands the offender as a whore to discredit her as a judge. The man is afraid of the easy woman’s judgment. If a woman has been with a lot of different men, she can judge him and, therefore, put his masculinity at risk. The virgin woman hasn’t been with anyone and the man feels safe next to her. The woman is dangerous to the man as she judges him. To brand a woman as a whore is to disqualify her argument a priori. The woman is dangerous to the woman as she annihilates her attractive. To brand a woman that is showing her body as a whore is for both of them a way to protect themselves.

But either she’s being punished by a man or a woman, for the punishment to be effective it must be done under the presence of a third party. That is why the punishment is always in public. The punishment is always social.

...
(The text goes on, but this is what I have translated so far…)

viernes, 17 de enero de 2014

Cuando las mujeres hablan de sexo

Tengo un par de contactos que frecuentemente hablan de sexo y erotismo en Facebook y Twitter. No son temas que yo, personalmente, toque en las redes sociales y no creo que lo vaya a hacer. Lo que no implica que no deje de llamarme la atención las reacciones que veo que la gente tiene con sus publicaciones.

Al parecer todavía no está bien que las mujeres hablen de sexo en redes sociales. Si lo hacen, la gente en vez de asumirlo como un tema normal e intercambiar ideas y opiniones, he observado que se suele dar uno de estos fenómenos:

- La mujer es tildada de insegura. Lo hace porque quiere recibir atención masculina, para sentirse mejor consigo misma y aplacar sus inseguridades. He leído comentarios como "la sin autoestima" o "si ya le has probado a tus contactos que serías una excelente polola". Mi pregunta es, ¿es ésta necesariamente la razón para hablar de sexo o erotismo en tus redes sociales? ¿No puede ser simplemente porque son temas de tu interés y se supone que en las redes sociales uno escribe sobre lo que le interesa? Claro, puede haber más de alguna persona con inseguridades por ahí, pero me sorprende lo rápido y fácil del juicio, muchas veces sobre personas que no conocemos. Quiero en esto hacer una autocrítica, ya que antes también era lo primero que yo pensaba ante una situación así. Con el tiempo me di cuenta que era un prejuicio ridículo y que si uno no sabe lo que pasa por la cabeza de la persona, no tiene por qué asumir algo así.

- Ofrecimientos. Una porción del público masculino al parecer también considera que este tipo de publicaciones es una forma de la mujer de decirle a los hombres que está disponible y ganosa, y responden con ofrecimientos sexuales. Bueno, si a un tipo le parece interesante la mujer en cuestión y efectivamente le interesa tener algo con ella, no creo que sea malo que en un marco de respeto, se manifieste este interés. Pero también deberían partir de la base de que es posible que la mujer esté escribiendo de temas de su interés y no es un ofrecimiento a nadie y no tenga interés en él. Y ojo con el respeto, porque claramente los mensajes que estas chicas reciben no siempre son agradables ni menos respetuosos. Al parecer, aquí corre la lógica de "si te violan es tu culpa por andar con minifalda", pero cambiando la minifalda por el hecho de escribir sobre sexo. "Es lo que quiere, se lo está buscando, no me puede decir que no". Esto me parece grave, por decirlo menos. No veo a hombres escribiendo sobre sexo y que luego, en base a eso, alguien justifique que llegue una mina con un strap-on y se lo viole. Lo peor es que a una de estas chicas alguien efectivamente le dijo que por publicar una foto sexy de ella, se estaba buscando una violación, así que no crean que es un ejemplo tirado de las mechas, es un ejemplo real y algo que varias personas piensan.

- Puta. Claro, si habla tanto de sexo debe ser medio puta. No siempre con esa palabra, pero es lo que se da a entender. Se debe meter con todos, es caliente, pero siempre con una connotación negativa. Positivo sería decir que le gusta el sexo. Al menos, podría ser neutro, ni bueno ni malo. Pero muchos comentarios sobre la calentura de la mina aparecen en un contexto (sumemos los otros adjetivos que acompañan la oración) evidentemente negativo.

- Las críticas al aspecto físico de la mujer. ¿Hablas de sexo? Debes ser fea. Si no lo eres, no importa, te buscarán algún defecto. Al parecer si no se puede con el slut shaming anterior (uso el concepto en inglés porque encuentro que define muy bien la situación, si a alguien se le ocurre una buena y breve traducción, bienvenida sea), hay que humillar con el físico. Quizás esto está ligado con la primera opción, se asume que la mina es insegura, así que hay que atacarla con algo que genere más inseguridad. "Es inculiable", "más fea que pegarle a la mamá", "guatona fea" y otras cosas he leído por ahí. Es que claro, si escribe de sexo debe ser porque es fea, nadie la pesca, y decidió obtener atención masculina de este modo. WTF.

Es curioso que algo que en principio parece tan inofensivo como hablar de sexo al parecer se vuelva una amenaza tan grande para muchos, para ceder ante la necesidad de insultar o humillar de alguna forma a su interlocutora. Ahora, quiero dejar algo claro, creo que alguien tiene todo el derecho del mundo a sentirse incómod@ con estos temas y no querer leer sobre ellos. Eso NO está en cuestionamiento, y es parte de las libertades de cada uno. Creo que si alguien no quiere leer o hablar sobre sexo, tampoco merece ser tildado de cartucho u otro adjetivo despectivo. Pero no querer leer sobre algo no justifica ataques o asumir cosas sobre la otra persona de las cuales no tienes idea. Hay que respetar para los dos lados. Algo para lo que, al parecer, nos falta mucho.

miércoles, 25 de diciembre de 2013

Crónicas Navideñas

La Navidad de este año no fue muy distinta a la del pasado. Mi pequeño núcleo familiar se reunió como de costumbre con algo de incomodidad y evidentes intentos, no siempre exitosos pero muy bienvenidos, por mantener “la paz” durante las Fiestas.

Este año compré yo sola los regalos y algo tarde noté que debí haber recordado comprar algo para mí, al menos para tener algo que abrir simbólicamente junto al resto, pero no pareció importar mucho al ver la sonrisa de mi mamá cuando vio el libro que le compré. Incluso si no puede leerlo –me advirtió la dificultad que tiene para concentrarse últimamente- valió la pena por verla sonreír esa noche.

Me quedé a dormir allá, al igual que el año anterior, para evitar la dificultad de tener que encontrar un taxi a las 1am del 25 de diciembre. Ignacio me llamó pasadas las 12 para desearme feliz Navidad, pasando él las fiestas con su familia materna en Yerbas Buenas.

La mañana del 25 se demoró en llegar, me costó dormir en la que solía ser mi cama. Me invitaron a quedarme a almorzar, pero preferí volver a casa a ver a los gatos, que estaban solos y prepararme para mi 25 de ver series en pijama hasta que llegue Ignacio. Dos mujeres, que al parecer trabajaban como empleadas con familias del sector, conversaban en el paradero. Una le contaba a la otra todos los “cahuines” de la familia con la que trabajaba. “Quedó la cagada. Llegó el ex marido, y la vio ahí, con su pareja nueva. Él todavía está enamorado de ella, ella lo dejó”. Tenía poco interés por la historia, pero no me podía poner los audífonos todavía, porque mi abuelo me acompañaba, esperando a que tomara la micro. Hasta que vi a una mujer, sentada al lado de las dos señoras, riéndose disimuladamente de lo que escuchaba. La forma en la que se reía, como una niña pequeña que acababa de cometer una travesura, me causó una mezcla entre gracia y ternura. Entonces pasó la micro, absolutamente vacía. Le deseé feliz Navidad al chófer, que me agradeció mecánicamente, y el vehículo echó a andar.

Se veía poca gente en las calles. Pero me entretenía imaginando cómo serían las vidas de los pocos transeúntes. Había un turista asiático, detenido en una esquina, hojeando el que debía ser un mapa de Santiago con gran atención. Algunos trabajadores municipales limpiaban las calles de Providencia. Una señora estaba sentada en una banca, junto a otra de más edad, que parecía ser su madre, en una silla de ruedas. Conversaban y parecían disfrutar la tranquilidad de la ciudad. Por algún motivo, esta imagen me emocionó. También se veían personas solitarias, una anciana caminando, un hombre de mediana edad.

Cada persona, caminando sola esa mañana de 25 de diciembre, me llevaba a intentar imaginar su mundo, su vida, sus sentimientos, sus circunstancias. ¿Qué se sentirá vivir su vida, experimentar sus emociones, cargar con sus recuerdos y experiencias? ¿Alguien se preguntará lo mismo sobre mí, también sola en esa micro, un 25 de diciembre?

Al pasar frente al Parque Balmaceda la cantidad de gente aumentó. Desde personas haciendo ejercicio hasta familias paseando. Me gustó ver niños corriendo y jugando, descubrir que no todos pasan estas fechas frente a una pantalla. Me hizo recordar mi propia infancia y los domingos o feriados que pasé jugando en ese mismo parque con mi abuelo o mis primos, en los tiempos en los que vivíamos en Bustamante. No tengo muchos recuerdos felices de la infancia ni la adolescencia, pero los que tengo están asociados a parques como ése. A la época en la que pasar tiempo en familia era algo que se esperaba con ansias y no que causaba estrés.


Pasando Plaza Italia la cantidad de gente aumentó. Llegó la hora de bajarme de la micro e, impulsivamente, opté por caminar un poco en vez de ir directo a casa. Estaba nublado y no hacía el calor de los últimos días. Pasear por el  Centro de Santiago, de pronto se volvió un panorama bienvenido. Tal vez las personas a las que observé durante mi viaje, pensaron lo mismo, al menos algunas. Quizás, en base a algo así, se puede establecer alguna conexión con gente a la que ni siquiera alcanzas a hablar, gente con la que con suerte logras intercambiar miradas, brevemente en una luz roja. Acaso sea simplemente eso lo que la mayoría busca en Navidad, la posibilidad de establecer algún tipo de conexión, con alguien más, en esta desconectada y convulsionada ciudad.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Mi reducción mamaria o nuevas reflexiones sobre loh peshoh

Advertencia: texto LARGO. Mis felicitaciones a quienes lo lean entero.

Hace poco me mostraron un artículo de revista Paula escrito por una periodista, Constanza, que se realizó una reducción mamaria. El motivo por el que me lo mostraron es porque yo también me hice una, hace tres meses ya. También había pensado en escribir al respecto, ya que en su momento escribí algo sobre como tener las pechugas grandes no es necesariamente el paraíso que algun@s imaginan. Al leer este artículo descubrí que, primero, mi experiencia fue muy distinta a la de Constanza. Igual lo encontré bueno y muy informativo, especialmente se agradeció la explicación sobre la hipertrofia mamaria y los problemas que genera. Lo segundo que me di cuenta es que quiero hacer una reflexión sobre algunos otros temas, no necesariamente contar la experiencia en sí y menos desde un punto de vista periodístico. De todos modos, aclaro que me siento inspirada por la narración de Constanza, valoro el tremendo aporte su artículo y la posibilidad de contrastar miradas y experiencias distintas.

Mantengo lo dicho previamente, ser pechugona no es fácil. Desde lo difícil que es encontrar ropa que te quede bien hasta los mal llamados “piropos”, y francas faltas de respeto en la calle. Tampoco falta la gente que cree que te estás quejando de llena o que es mera disconformidad femenina, como que las crespas quieren tener el pelo liso y viceversa. Y ni siquiera estoy mencionando el precio elevado de los buenos sostenes que realmente “sostienen” ni los problemas de salud. Creo que aquí hay dos factores distintos que se deben identificar correctamente: la salud y la estética. Cuando estos factores se juntan, es fácil confundirse, no sólo para una, que vive este tema, sino también para el resto a la hora de entenderte y apoyarte.

Me llaman la atención dos reacciones frecuentes al contar que me hice una reducción mamaria. Una es lamentarla, con voz de lástima decir “pensar que hay tantas que se quieren poner” o hacer alguna broma relacionada a la pérdida para los hombres del mundo o para mi pololo. La otra es inmediatamente preguntar si tienes problemas a la espalda. Estas dos respuestas a menudo me hacen sentir rara. La primera por la falta de empatía, supongo, aunque cuando se nota que es broma, me río. La segunda me hace preguntarme qué pasaría si no tuviese problemas a la espalda –que claro que tengo- y la decisión obedeciera sólo a parámetros estéticos. ¿Se me juzgaría? ¿Sería algo incomprensible? Pienso inevitablemente en el doble estándar de la sociedad, en cómo son criticadas las mujeres que se hacen cirugías estéticas, pero también en cómo son criticadas si tienen kilos de más, si son muy planas, muy pechugonas, muy narigonas, etc.

Es este doble estándar sobre el que también quiero reflexionar. Vivimos en una sociedad que nos entrega dos mensajes. El primero es un modelo estético casi imposible de conseguir para la mayoría, un cuerpo soñado, curvas perfectas pero nada de grasa y carita de muñeca, y pienso en las cosas horribles que decimos de quienes no encajan con esos cánones –porque todos lo hacemos alguna vez, vamos-. Pero por otro lado está el mensaje de la autoestima, el  “quiérete a ti misma y acéptate por cómo eres”. Me parece muy positivo, especialmente para las adolescentes, pero, como todo en la vida, puede ser dañino si es llevado al extremo.

Aquí volvemos al tema que mencioné previamente, este tipo de cirugías tienen dos componentes, uno estético y uno de salud. No todos los problemas de salud se reflejan en nuestra estética. ¿En qué punto llegamos a sentirnos culpables por someternos a un procedimiento que tiene un importante carácter estético, porque nos parece frívolo o una falta a nuestra autoestima, incluso cuando lo necesitamos por salud? ¿En qué momento nos quedamos insistentemente pegadas en que nos queremos a nosotras mismas y estamos felices con nuestros cuerpos, ignorando una necesidad de salud? Lo cierto es que si una persona tiene obesidad y sabe que ésta le genera o le va a generar un problema de salud, debiera cambiar esto, por mucho que se quiera a sí misma y acepte su cuerpo. Con una hipertrofia mamaria pasa algo similar.

Personalmente, yo sentía como que estaba en guerra y no podía perder. Como que realizarme esta cirugía era dejar que todo ganara, la sociedad, los comentarios masculinos en la calle, las miradas insistentes –que también vienen de mujeres-, los problemas de autoestima. Sentía que no podía permitir que eso ganara, debía aprender a estar feliz con mi cuerpo, aunque tuviera molestias importantes que claramente afectaban no sólo mi salud, sino también mi calidad de vida. Como si eso fuese una muestra de fortaleza. Y lo cierto es que requiere igual fortaleza decidir que quieres cambiar algo de tu vida que evidentemente no está bien. El problema es que debes partir por reconocer que no está bien. Si no identificas con claridad un problema, nunca encontrarás la solución, aunque suene a autoayuda barata.

Cuando me decidí a evaluarme con un médico, no lo hice convencida de que me quería operar. Creo que, en parte, fui a que me convencieran. Tenía dudas, muchas preguntas, temores, inseguridades. Necesitaba escuchar el diagnóstico, “hipertrofia mamaria” para terminar de hacerme consciente de que era algo serio. Y que el doctor me dijera que ojalá me operara, aunque no fuese con él, porque era muy importante para mi salud.

No me operé con el primer especialista que visité. Me gustó mucho pero no quería quedarme con el primer médico al que consultara. Vi a, al menos, tres especialistas y me decidí por el que me dio más confianza y seguridad. Le recomendaría a cualquier persona que piense en operarse, hacer lo mismo. Te permite comparar discursos, claridad en explicaciones y finalmente evaluar quién te deja lo suficientemente tranquila para confiarle la que, mal que mal, es una cirugía importante.

El otro tema que me queda claro al hablar con amigas que se operaron y al leer a Constanza, es que cada caso es distinto. Si quieres operarte tienes que ir a que te evalúen a ti, pues el caso de otra persona puede ser muy diferente. Yo tuve un post-operatorio bastante relajado, en unos días ya me paraba y me movía, con dificultad y lentitud, claro, pero me sentía considerablemente mejor de lo esperado, no viví nada traumático. Confieso que no le creía mucho al doctor cuando me hablaba de este panorama, pues había escuchado unas historias de terror, pensé que me lo decía para que estuviese tranquila y no tan nerviosa, pero terminó por tener razón. Aún así, mi cirugía era compleja y demoró más de lo que inicialmente estaba considerado, pero no tuvo complicaciones inesperadas.

Desde que me operé me siento más cómoda y soy consciente de que solucioné un tema de salud muy relevante. En términos estéticos también me siento mejor. Yo era copa DD, y me sacaron más de 800 gramos de una mama y más de 700 de la otra. Creo que en general pocas personas quieren llegar a tener copa DD. Cuando alguien dice que quiere tener más, lo que generalmente quieren decir es que quieren pasar de copa A a B, o de B a C. Incluso de C a D. Pero nunca he escuchado a alguien que quiera tener DD, y el consenso general cuando finalmente decía mi copa, era reconocer que era “mucho”. El último tiempo vestía ropa más suelta y me había vuelto experta en disimularlas dentro de lo que se podía. No me había dado cuenta, pues hasta hace unos años no lo hacía. Creo que era parte de mi “guerra”. ¿Por qué iba a cambiar mi forma de vestir y adaptarme yo al mundo, cuando son otros los que me están faltando el respeto? ¿Si tengo una bonita cintura, por qué voy a ocultarla con poleras sueltas, sólo para no que no se me vayan a marcar las pechugas? ¿Si es verano y hace calor, por qué me voy a tapar, o usar algo distinto a lo que usa todo el mundo de todos modos? Pero lo cierto es que hace tiempo que había dado por perdida la guerra sin darme cuenta. Sólo me di cuenta cuando en mi actual trabajo, donde llevo algo más de un año, me dijeron que nunca se habían dado cuenta de lo pechugona que yo era, que nunca se habrían imaginado que era copa DD y que el asunto llegaba a tanto. La gente que me conoce desde hace más años no lo pone en duda y algunos de sólo ver fotos me preguntan si me operé, mientras que otros a quienes conozco desde hace menos tiempo sólo creen que bajé de peso.

Finalmente, es como que un nuevo mundo se ha abierto ante mis ojos. La ropa me queda muy distinta, y la compra de sostenes es una novedad extraordinaria. Con copa DD era muy difícil encontrar sostenes que me quedaran realmente bien. Ni miraba las marcas que no se caracterizan por tener buenos sostenes para copas grandes, incluso si encontraba mi talla, eran tan incómodos que sólo resultaban en frustración. Ahora que veo tallas y marcas que antes jamás miré, me sorprende la variedad. Lo distinta que es la MISMA talla dependiendo de la marca. Los colores, los diseños. No crean que ahora todo me queda bien y puedo usar cualquier cosa. El doctor fue claro en que debo cuidar mis mamas igualmente, que no recomienda strapless a nadie salvo para ocasiones especiales, que en general siempre debiésemos optar por sostenes con tirantes gruesos y fijarnos en que la barba encaje perfectamente alrededor de la mama, es decir, que la pechuga quepa bien en el espacio de  la copa y no parezca que falta tela y se sale por los costados o que la parte del medio te queda como “levantada”.

Las mamas, como cualquier otra parte del cuerpo, son importantes para nuestra salud y debemos cuidarlas y no maltratarlas al no protegerlas adecuadamente cuando hacemos ejercicio o, en el día a día, usando sostenes inadecuados o de una talla que no corresponde. Lección que me demoré años en aprender y ojalá otras aprendan antes que yo. Y a querer y cuidar sus mamas. Pero también a querer y cuidarse a ustedes mismas y su salud, y tomar las decisiones que más las beneficien, a no levantar banderas de lucha que sólo las dañarán a la larga, ni a sentirse culpables por tener que tomar una decisión como la de someterse a una cirugía –lo que tampoco significa que la tomen a la ligera-. Aprendan a distinguir, separar y evaluar los componentes estéticos y de salud de la decisión, aunque sólo sea para tenerlos bien claros. Les aseguro que hacerlo les ahorrará pajas mentales para cuando hayan salido del quirófano.