miércoles, 14 de enero de 2015

2015

Sé que el 1 de enero como fecha no tiene poder por sí misma. Somos los seres humanos los que necesitamos símbolos, ritos, y les otorgamos un cierto poder. Esperamos cosas del cambio de año, porque es más fácil hacer cambios en nuestras vidas en una fecha a la que le otorgamos un cierto simbolismo, sea el 1 de enero, un día lunes, el día de nuestro cumpleaños o el primer día de cualquier mes. ¿Y quién soy yo para ir en contra de nuestros símbolos y ritos? Yo también soy humana y también los necesito, mucho más de lo que necesito el festival de cinismo que se desata cada vez que alguien ve a otro poner sus expectativas en algo que no le parece.

“Son fechas arbitrarias”, me decía a mí misma cuando era niña, y aun en ese entonces necesitaba creer que las cosas podían cambiar, mejorar, y tenía expectativas y determinaciones puestas en cada nuevo año. Hubo años en los que las cosas lejos de mejorar, empeoraron. Entonces comencé a ver los nuevos años con recelo, ya nunca sabía si las cosas mejorarían o sólo empeorarían. Aprendí que la vida no deja de sorprenderte, y que las cosas siempre pueden empeorar. Tuve miedo. Todavía tengo miedo. Pero también tengo fe y expectativas. ¿Qué sería de nosotros sin expectativas, sin proyectos, sin ideas, sin metas? Sí, claro, Carpe Diem y todo eso, pero parte importante de disfrutar el momento es también planificar y anticipar. Parte importante de correr esa maratón y disfrutarla es imaginar ese momento en el que cruzarás la meta.

Dicho esto, la pregunta: ¿Qué espero para el 2015? El 2014 fue un buen año para mí. El año en el que me casé, después de 6 años de pololeo. El año en el que viajé sola. El año en el que conocí el burlesque y todo lo que eso ha significado: Aprender a querer y aceptar mi cuerpo (lo que no significa que deje de intentar llevar una vida sana, pero por salud principalmente), entender que necesito la creatividad y las formas de expresión en mi vida y que son algo crucial para mantenerme motivada y sintiendo que hago cosas que amo –y las implicancias que esto ha tenido en mi vida laboral-, conocer a gente maravillosa y positiva, que te motiva, te critica constructivamente y te apoya y te tira para arriba constantemente. Gente que me inspira y me motiva a ser mejor. Sí, ha sido un buen año. Y, repito la pregunta, ¿qué espero del 2015? Varias cosas.

-          Aprender a dejar ir. Me cuesta. Quizás, al vivir ciertas pérdidas, nos aferramos por mucho tiempo a cosas que no tienen sentido, por temor a lo que una nueva pérdida significaría. Pero hay cosas que no hacen bien y que hay que dejar ir. Personas, situaciones, historias.  ¿Cuál es el sentido de aferrarse a ellas? Dejar ir no es olvidar, no es borrar, no es negar lo vivido. Pero es entender que son cosas que no son necesarias y que más que sumar, hoy en día restan. Me hacen sentir mal, mucho más de lo que me hacen sentir bien. Y a veces creo que por breves momentos de supuesto bienestar, acepto situaciones en las que me siento mal el 95% del tiempo. Y no, no está bien y no es normal. Mejor dejar ir.

-       Aprender a aceptar lo que no puedo cambiar. Qué cliché suena así escrito. Como libro de autoayuda o de iluminación pachamamística. Pero pucha, hay que hacerlo. O sea, basta. Significa dejar ir, también. No puedo retroceder el tiempo (no mientras no encuentre un DeLorean), no puedo pasar la vida preguntándome qué pudo haber sido. No puedo vivir enojada porque las cosas no son como me gustaría. No si no puedo cambiarlas. Y no puedo. Conocer a “Los Pumarino” me hace pensar en esto a veces. ¿Pude haber tenido una vida como la de ellos? ¿Una familia “normal” y súper unida? ¿Qué tipo de decisiones habría tomado si mi vida hubiese sido así? ¿Me habría seguido yendo bien en ciencias y habría entrado a una carrera científica si no me hubiese deprimido en tercero medio? ¿Me merecía yo también seguir teniendo vacaciones en Villarrica y tener juegos e historias divertidas familiares? No importa, ya fue. ¿Para qué me hago esto a mí misma? No ayuda a que se mejore mi mamá ni a que se deterioren menos mis abuelos. Y definitivamente no me hace sentir mejor. Sobre nada. Aceptar lo que no puedo cambiar, pero de verdad aceptarlo, sin rabia, sin resentimiento, sin el corazón roto. Aceptarlo y seguir adelante.

-          Vida Sana. Sigue siendo una meta relevante, que el 2014 logré cumplir a ratos. A ratos también dejé que otras emociones me embargaran y me desviaran de esa meta. Vamos de nuevo el 2015. Y a seguir buscando la manera que más me acomode, que sea acorde a las cosas que me gustan (especialmente en materia de actividad física) para que no se convierta en algo tedioso que deseo abandonar con cualquier excusa

-          Creatividad. Necesito mis proyectos. Necesito expresarme. Necesito crear. Me costó entenderlo y no sé si tendré éxito siendo constante con estas cosas. No cuando es mucho más fácil alejar todo lo creativo o lo que te conecte con tus emociones cuando las cosas se ponen difíciles. Pero hacerlo es matar la única certeza que recuerdo que tenía cuando mi mamá se enfermó y no tenía certezas. Que tenía que hacer esto, escribir. Sólo que ahora veo que no necesariamente es escribir, es danzar, actuar, crear, y difundir ese arte. Me doy cuenta de que todo lo que me conecta es increíblemente valioso, especialmente cuando me siento desconectada la mayor parte de mi tiempo consciente. Desconectada con el mundo, con las personas, con muchas situaciones del día a día. Lo que me conecta es a lo que siempre debo volver, porque me recuerda quién soy más allá de la incomodidad del día a día, incomodidad con la que he aprendido a vivir pero de la que es bueno escapar de vez en cuando de una manera sana y útil.