Hace algunos años que parece que el "running" o las corridas se pusieron de moda en Chile. Hay cada vez más, y ya sabemos que en primavera y otoño es temporada de corridas en Santiago, mientras que en el verano, éstas se trasladan a zonas playeras o regiones. He visto corridas por algunas causas -como el cáncer de mamás- o auspiciadas por diversas marcas o instituciones. Algunas son de 5k, de 10k, de 21k y está la Maratón de Santiago. Y entre todas éstas, surgió una distinta. No medida por cantidad de kilómetros, sino por horas. En la que no había que pagar la inscripción. En la que cualquiera podía participar, por la distancia que quisiera y cuándo quisiera. Era alrededor de la Moneda. Podías asistir cuando prefirieras siempre y cuando fuese dentro de las 1800 horas por la educación.
Me enteré por esta iniciativa por Facebook, alguien me invitó al "evento" y debo confesar que al principio no le presté mucha atención, fue como de esos avisos que ves y te dices a ti misma que lo verás mejor después. Hasta que un día pasé caminando frente a La Moneda. Era una noche de invierno, cerca de las 20.30 hrs y hacía mucho frío. Y vi a un chico, solo, pasar corriendo con una bandera negra. Entonces recordé el evento. Y entonces me pareció no solo admirable lo que estos jóvenes estaban haciendo, sino una forma original, sana y pacífica de manifestarse.
Las 1.800 horas por la educación no captaron solo mi atención. Han aparecido en prensa nacional y extranjera. Han impresionado a muchas personas, que se han mostrado admiradas de este deporte con propósito social, de la organización que ha habido de fondo y de la perseverancia de los corredores, que mantuvieron la bandera negra en movimiento sin parar por 1.800 horas, aunque lloviera, hiciera frío, fuera de noche, de día o de madrugada, aunque hubiesen disturbios y lacrimógenas en los alrededores, aunque no siempre fuese seguro y aunque no hayan contado con mucho apoyo al comienzo.
Orgullosamente puedo decir que corrí unas humildes 3 vueltas alrededor de La Moneda. Las 1.800 horas estaban por terminar, había mucha gente apoyando a los corredores y eran varios corriendo, considerablemente más de los que vi ése día en el que vi a un chico corriendo solo con la bandera negra. Cuando me acerqué al lugar y comencé a ver a los chicos corriendo y otros pidiendo monedas en la calle en apoyo a la actividad, y muchos otros en el puesto de hidratación, animando y atendiendo a los corredores, me emocioné. Hay algo en estas manifestaciones pacíficas y el apoyo que reciben que me parece hermoso. Para la gente que participa no es un sacrificio manifestarse pacíficamente por algo en lo que creen, es lo mínimo que pueden hacer. Y saber que hay gente que piensa así, me hace tener fe en el futuro de Chile.
Corrí y fui animada no solo por la gente del puesto de hidratación, que cantaban y gritaban "ánimo" y "otra (vuelta) más" a los corredores. La gente en la calle nos animaba, los conductores tocaban la bocina en apoyo, algunos nos preguntaban que cuándo terminaba la actividad. Ver tanto respaldo a lo que estábamos haciendo era una motivación extra. Te hacía sentir que podías cambiar el mundo y la perspectiva de la gente, una vuelta a La Moneda a la vez.
Las 1.800 horas terminaron el sábado 27 de agosto con la bandera negra pasando de mano en mano alrededor de La Moneda. Llegué justo a tiempo para sumarme al "mano a mano". Luego marchamos pacíficamente por Paseo Bulnes, en un agradable ambiente familiar, con batucadas, gente disfrazada y artistas callejeros, hasta llegar al Parque Almagro, donde se llevó a cabo un acto cultural. Hablaron algunas personas de la organización de las 1.800 horas y algunos participantes ilustres. Entre ellos los "tíos" del kiosko ubicado en Agustinas, frente a la Plaza de La Constitución, donde se encontraba el puesto de hidratación para los corredores. Ellos prestaron electricidad a los chicos de la organización, además de espacio y buena onda. Expresaron lo hermoso que fue para ellos ver cómo los chicos corrían y se manifestaban, "sin insultar a nadie y sin violencia", simplemente para defender sus convicciones, con la esperanza de crear un Chile mejor del cual ellos esperaban que sus nietos se pudieran beneficiar algún día. Hablaron con tanta emoción que resultaba contagioso.
También escuché la historia de cómo surgió la idea de las 1.800 horas. Un estudiante de teatro de la Universidad de Chile en una asamblea dijo "Tengo una idea, pero no la puedo hacer solo", y propuso correr 1.800 horas seguidas alrededor de La Moneda. No tuvo apoyo de la asamblea de estudiantes, así que decidió hacerlo solo de todos modos. Y comenzó a correr y a recibir apoyo y ahí finalmente pidieron permiso a la Intendencia para comenzar oficialmente el conteo de las 1.800 horas el 13 de junio, para concluirlo el sábado 27 de agosto. La bandera negra estuvo en movimiento constante entre esas fechas, día y noche. El sábado a las 14.30 horas dejó de dar vueltas alrededor del palacio presidencial. Sin embargo, el movimiento estudiantil sigue en marcha, con o sin corredores. Porque cambiar Chile también es una idea que nadie "puede hacer solo". Porque mientras los políticos se muestran reacios a moverse y cambiar, los estudiantes corren y sueñan en grande. Y está bien. Ya era hora de que alguien lo hiciera.
1800 horas corriendo por la educación pública y gratuita
La carrera y el reclamo