Sé que el 1 de enero como fecha no tiene poder por sí misma.
Somos los seres humanos los que necesitamos símbolos, ritos, y les otorgamos un
cierto poder. Esperamos cosas del cambio de año, porque es más fácil hacer
cambios en nuestras vidas en una fecha a la que le otorgamos un cierto
simbolismo, sea el 1 de enero, un día lunes, el día de nuestro cumpleaños o el
primer día de cualquier mes. ¿Y quién soy yo para ir en contra de nuestros
símbolos y ritos? Yo también soy humana y también los necesito, mucho más de lo
que necesito el festival de cinismo que se desata cada vez que alguien ve a
otro poner sus expectativas en algo que no le parece.
“Son fechas arbitrarias”, me decía a mí misma cuando era
niña, y aun en ese entonces necesitaba creer que las cosas podían cambiar,
mejorar, y tenía expectativas y determinaciones puestas en cada nuevo año. Hubo
años en los que las cosas lejos de mejorar, empeoraron. Entonces comencé a ver
los nuevos años con recelo, ya nunca sabía si las cosas mejorarían o sólo
empeorarían. Aprendí que la vida no deja de sorprenderte, y que las cosas
siempre pueden empeorar. Tuve miedo. Todavía tengo miedo. Pero también tengo fe
y expectativas. ¿Qué sería de nosotros sin expectativas, sin proyectos, sin
ideas, sin metas? Sí, claro, Carpe Diem y todo eso, pero parte importante de
disfrutar el momento es también planificar y anticipar. Parte importante de
correr esa maratón y disfrutarla es imaginar ese momento en el que cruzarás la
meta.
Dicho esto, la pregunta: ¿Qué espero para el 2015? El 2014
fue un buen año para mí. El año en el que me casé, después de 6 años de
pololeo. El año en el que viajé sola. El año en el que conocí el burlesque y
todo lo que eso ha significado: Aprender a querer y aceptar mi cuerpo (lo que
no significa que deje de intentar llevar una vida sana, pero por salud
principalmente), entender que necesito la creatividad y las formas de expresión
en mi vida y que son algo crucial para mantenerme motivada y sintiendo que hago
cosas que amo –y las implicancias que esto ha tenido en mi vida laboral-,
conocer a gente maravillosa y positiva, que te motiva, te critica
constructivamente y te apoya y te tira para arriba constantemente. Gente que me
inspira y me motiva a ser mejor. Sí, ha sido un buen año. Y, repito la
pregunta, ¿qué espero del 2015? Varias cosas.
-
Aprender a dejar ir. Me cuesta. Quizás, al vivir
ciertas pérdidas, nos aferramos por mucho tiempo a cosas que no tienen sentido,
por temor a lo que una nueva pérdida significaría. Pero hay cosas que no hacen
bien y que hay que dejar ir. Personas, situaciones, historias. ¿Cuál es el sentido de aferrarse a ellas?
Dejar ir no es olvidar, no es borrar, no es negar lo vivido. Pero es entender
que son cosas que no son necesarias y que más que sumar, hoy en día restan. Me
hacen sentir mal, mucho más de lo que me hacen sentir bien. Y a veces creo que
por breves momentos de supuesto bienestar, acepto situaciones en las que me
siento mal el 95% del tiempo. Y no, no está bien y no es normal. Mejor dejar
ir.
- Aprender a aceptar lo que no puedo cambiar. Qué
cliché suena así escrito. Como libro de autoayuda o de iluminación
pachamamística. Pero pucha, hay que hacerlo. O sea, basta. Significa dejar ir,
también. No puedo retroceder el tiempo (no mientras no encuentre un DeLorean),
no puedo pasar la vida preguntándome qué pudo haber sido. No puedo vivir
enojada porque las cosas no son como me gustaría. No si no puedo cambiarlas. Y
no puedo. Conocer a “Los Pumarino” me hace pensar en esto a veces. ¿Pude haber
tenido una vida como la de ellos? ¿Una familia “normal” y súper unida? ¿Qué
tipo de decisiones habría tomado si mi vida hubiese sido así? ¿Me habría
seguido yendo bien en ciencias y habría entrado a una carrera científica si no
me hubiese deprimido en tercero medio? ¿Me merecía yo también seguir teniendo
vacaciones en Villarrica y tener juegos e historias divertidas familiares? No
importa, ya fue. ¿Para qué me hago esto a mí misma? No ayuda a que se mejore mi
mamá ni a que se deterioren menos mis abuelos. Y definitivamente no me hace
sentir mejor. Sobre nada. Aceptar lo que no puedo cambiar, pero de verdad aceptarlo,
sin rabia, sin resentimiento, sin el corazón roto. Aceptarlo y seguir adelante.
-
Vida Sana. Sigue siendo una meta relevante, que
el 2014 logré cumplir a ratos. A ratos también dejé que otras emociones me
embargaran y me desviaran de esa meta. Vamos de nuevo el 2015. Y a seguir
buscando la manera que más me acomode, que sea acorde a las cosas que me gustan
(especialmente en materia de actividad física) para que no se convierta en algo
tedioso que deseo abandonar con cualquier excusa
-
Creatividad. Necesito mis proyectos. Necesito
expresarme. Necesito crear. Me costó entenderlo y no sé si tendré éxito siendo
constante con estas cosas. No cuando es mucho más fácil alejar todo lo creativo
o lo que te conecte con tus emociones cuando las cosas se ponen difíciles. Pero
hacerlo es matar la única certeza que recuerdo que tenía cuando mi mamá se
enfermó y no tenía certezas. Que tenía que hacer esto, escribir. Sólo que ahora
veo que no necesariamente es escribir, es danzar, actuar, crear, y difundir ese
arte. Me doy cuenta de que todo lo que me conecta es increíblemente valioso,
especialmente cuando me siento desconectada la mayor parte de mi tiempo
consciente. Desconectada con el mundo, con las personas, con muchas situaciones del día a día. Lo que me conecta es a lo que siempre debo volver, porque me recuerda quién soy más allá de la incomodidad del día a día, incomodidad con la que he aprendido a vivir pero de la que es bueno escapar de vez en cuando de una manera sana y útil.
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